Pedro Fernández Barbadillo, 16 de diciembre de 2010
Enviado por Paco desde Madrid
Técnicos de ascensores, pensionistas, educadores infantiles, inmigrantes a los que se les acaba el paro, jóvenes que aducen motivos éticos, mujeres de mediana edad que buscan aliento para oxigenar la maltrecha economía familiar… Todos son compañeros de contenedor. La búsqueda de comida hace que, noche tras noche, esperen juntos el momento en el que se oye el cierre de la persiana de los supermercados. Son más que hace dos años, más que hace uno.
La mayoría rebusca parte de su sustento un tanto avergonzados, empujados por la necesidad, entre alcohólicos y mendigos que ya no tienen esperanza. No quieren acabar como ellos y han establecido por sí mismos una red de solidaridad. Lo que encuentran es de todos y cuando la cosa se pone fea desaparecen.Viajando por Nuestro Mundo
David vive en una finca de la calle Carretes en donde abundan las personas mayores y los desempleados. "Sólo trabajan algunas mujeres que friegan escaleras –continúa–.
Casi todos buscamos comida en los contenedores de los supermercados, luego la compartimos. También vamos a las parroquias que reparten comida, pero allí lo que consigues es un poco de arroz, un poco de pasta, un litro de leche. En los contenedores puedes encontrar verdura fresca, congelados, embutidos...".
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