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Marcelo Tinelli - Una nota de Delfina Acosta desde Paraguay

Hay escritores que se las dan de cultos y te dicen que no ven el show de Tinelli, sino el noticiero del mediodía, o algún programa especial, con tendencia hacia la cultura vista a través de la historia, u otros, simplemente educativos, de los muchos que suelen pasar por la televisión.


No sé qué puede tener de malo que los escritores, los intelectuales, los artistas, reconozcan que son seres humanos, y que tanta lectura y tanta escritura los tienen hartos, a veces, por lo cual, para sacudir el pesado diccionario que sostienen con la cabeza, buscan en la pantalla televisiva el lado delirante de la existencia.   
 
Yo suelo ver, de cuando en cuando, La Pantera Rosa. Me encanta su perfil rosado.

Y también suelo ver “Bailando por un sueño”, un programa de Marcelo Tinelli, el hombre más exitoso de la televisión argentina, como bien se sabe.

No sé qué está pasando en los últimos tiempos.

El jurado del programa va a los gritos; hay demandas y contrademandas entre los integrantes del mismo, pero el baile sigue igual, y yo hallo muy natural aquellas riñas que se desprenden del programa, y pienso que no debería ser así, pero encuentro –también– que las peleas, las blasfemias y los insultos que se dicen participantes y jurado, tienen su lado jugoso, vicioso y atrapante.   
 
De hecho, el show de Tinelli, el de antes, el de las cámaras ocultas, y chistes, y disparates, me gustaba más, porque la diversión es la diversión, señor lector. Sin embargo, lo que tenemos en su espacio en los últimos tiempos no son más que personas salidas de su juicio, gente que se altera y va a un programa de chimentos a llorar o a contar el porqué de su alteración, y etc., y etc.


Y esto me gusta. Y veo claramente que el ser humano es un individuo que goza de algunas situaciones que salen del papel construido, armado, para entrar en ese mundo donde el enojo y las palabrotas hacen un perfecto maridaje.   
 
Entonces, por esa extraña perversidad que se nos mete en los ojos, muchos somos los que no podemos bajarnos de “Bailando por un sueño”. No importa que se peleen y que salga sangre de las riñas. Y no importa que no sepamos a qué diablos juega Tinelli cuando le susurra cosas en el oído a la cantante Coky, la cordobesa querendona. O cuando le pasa las manos, atrevidamente, por las posaderas.


Hay que reconocer que Tinelli sabe muy bien que el ser humano se contenta, se complace y se regodea con las humillaciones a que son sometidos los bailarines, y que este descarriado estilo televisivo no hace más que delatarnos en nuestra necesidad de querer saber chismes: quién se desmayó, quién quiso irse a los puños, quién o quiénes desean ganar el corazón del conductor a fuerza de pestañeos u ofrecimientos explícitos.
 


Decía yo que el conductor de “Show Match” tiene la capacidad de convocarnos a todos.
 
A los tontos, a los inteligentes, a los amargados, y a quienes buscan comer, masticar y escupir la naturaleza del género humano en sus más inexplicables como delirantes situaciones.


Que se queden allá, afuera, con sus gustos sensibles, los que se mandan de elegantes, y dicen que no lo ven.

Yo, después de tanta lectura y escritura, de tanta dictadura de la mediocridad y de la estupidez que se balancea en el ambiente, me quiero dar un baño de irrealidad y de lujuria y de locura de cuando en cuando.

Porque eso es lo que ofrece, mágicamente, Marcelo Tinelli: el mundo boca para abajo, pero mundo al fin.


delfina@abc.com.py

14 de Septiembre de 2010

Delfina Acosta ya tiene su columna en http://sentimientosintimos.blogspot.com/

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