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LA MUERTE MEXICANA

por Guadalupe Loaeza
en RazonEs de Ser
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¿Qué vamos a hacer con la bola de muertos que día a día nos recuerdan que en México, por lo visto, la vida no vale nada? ¿Qué vamos a hacer con esas estadísticas de asesinatos que dan horror y que en el extranjero se preguntan qué pasa en este país donde tradicionalmente se celebra la muerte como en ninguna parte del mundo? ¿Cuántas viudas, madres y huérfanos están llorando en estos momentos, en este día, sus muertos, nuestros muertos? Hoy como nunca, México y las y los mexicanos estamos de duelo.

Recuerdo que el año pasado, nada más pensé en mis muertos queridos. Incluso les hice un altar. Primero coloqué sus fotografías: la de mi papá, la de mi mamá, la de Lola mi hermana (nacida precisamente el 2 de noviembre) y la de María de la Luz, la menor de los nueve hijos de mis padres. Entre estas fotografías color sepia, coloqué varias cabezas de muertos en azúcar con su respectivo nombre y muchas estampitas de la Virgen de Guadalupe, ya que los cuatro eran muy devotos de la Guadalupana.
El altar lo cubrí con un viejo petate que había comprado en el mercado de artesanías, el cual aparecía cubierto con mucho papel picado en color morado y naranja. Como mis cuatro difuntos eran de muy buen diente, a cada uno le compré su pan de muerto de El Globo. Igualmente, agregué limas y tejocotes. Para que luciera realmente como una verdadera ofrenda de muertos, puse muchos jarritos de vidrio soplado pintados con flores con ramos de cempasúchil. En seguida coloqué decenas de velas y veladoras en diferentes tamaños y para darle la bienvenida a sus almas, esparcí alrededor de todo el altar centenas de pétalos de cempasúchil. La ofrenda se veía preciosa con todas sus velas encendidas. Me acuerdo que ese 2 de noviembre me fui a la cama, sintiendo muy cerca a mis muertos.



Pero este año, por más que quiera, no puedo hacer un altar nada más para mis muertos, especialmente, para mis amigos, Carlos Monsiváis, Carlos Montemayor y Germán Dehesa. Además de injusto, pienso que resultaría sumamente insensible para los casi 28 mil muertos mexicanos que han sido asesinados. ¿Y las muertas de Juárez? ¿Y los niños de la Guardería ABC? ¿Y los estudiantes del Tec? ¿Y los 72 muertos de San Fernando? ¿Y los jóvenes de Tepito? ¿Y los periodistas asesinados? ¿Y los civiles? ¿Y los policías? ¿Y los soldados? ¿Dónde cabría un altar tan extenso para que cupieran tantas fotos y tantas estampitas? ¿Cuántos ramos de flor de cempasúchil necesitaría? ¿Cuántas velas y veladoras tendría que comprar?

No, no me alcanzaría el dinero para hacer un altar de muertos de tantos y tantos difuntos.Que nadie me pregunte sobre los periodistas muertos, ni acerca del crimen organizado. A pesar de mi estado de ánimo por todo lo que sucede en mi país, no obstante, estoy contenta porque sé que voy a aprender muchas cosas muy interesantes y que desde allí voy a poder escribir acerca de lo que se dirá en varias sesiones temáticas como: Las relaciones políticas entre la Unión Europea y América Latina; La libertad de expresión en el laberinto democrático de América Latina; América Latina y Europa: La migración internacional es oportunidad para la integración, el desarrollo y el fortalecimiento de los derechos humanos.



Sobre todos estos muertos, seguramente me preguntarán muchas personas que asistirán al XI Foro de Biarritz, organizado anualmente desde el año 2000, y que se ha impuesto como un momento privilegiado de intercambios y de reflexiones. Año con año se reúnen responsables políticos, económicos, universitarios y los medios de comunicación en torno a temas de actualidad que afectan a Europa y América Latina. Hoy, muy tarde por la noche, tomo el avión para Biarritz, y créanme, me voy de luto. ¿Qué podré decirles cuando me pregunten sobre mi país, durante la cena de gala en el Casino Municipal? No, que nadie me pregunte a propósito del gobierno de Calderón o de cómo se encuentra la izquierda en México.






No que nadie me pregunte sobre los derechos humanos de mi país. Que nadie me pregunte sobre nuestra incipiente democracia. Y que nadie me pregunte sobre nuestros muertos. Será mejor que les platique sobre los altares de muertos que se hacen en Mixquic y en Janitzio, o los que solía hacer Dolores Olmedo en honor a Diego Rivera.



Sé que en el documento de Alejandro Aguirre, el nuevo presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y subdirector del Diario de las Américas, le ha dedicado un apartado a la Violencia en México: "La corrupción oficial no es algo nuevo. Lo que sí es nuevo es el gran desequilibrio que produjo la corrupción que le dio espacio a los narcotraficantes para que puedan imponer su voluntad en sectores grandes del Continente Americano. Y varios medios han sido víctimas de agresiones y terroristas por tratar de informarle a su público sobre lo que pasa en su propio patio".



No hay duda, el caso de México seguramente estará muy presente en este XI Foro de Biarritz. Ya les contaré. Mientras tanto, todavía no he llegado a esta prestigiosa y valiosa institución donde mucho se hablará de mi país y ya me estoy muriendo, pero de puritita pena...


gloaeza@yahoo.com
Enviado por nuestro colaborador especial Juan Ramón Jiménez

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